Ok, por dónde empiezo… ¡Ah, ya! Por esa deliciosa y segura zona de confort de la cual todos y cada uno hemos estado, estamos o por lo menos yo acabo de pasar por ahí y me ha costado un poco salir de ella.
Al principio todo es muy cómodo y te hace sentir tranquila, relajada y de cierta forma feliz. Después de tanto ya estás ahí, en donde querías estar y por lo mismo ya no buscas ir por más. Puede que pasen semanas, meses, incluso años estando en el mismo lugar, estático, sin querer ver más allá porque es muy cómodo tener algo seguro que luchar contra nuestros miedos.
En algún momento escribí que teníamos que luchar por aquello que nos mueve, apasiona y nos hace despertar todos los días con esa ilusión de ir tras aquello que nos llena el corazón; puede que suene muy romántico pero pregúntate si te gustaría ir a trabajar enojado, desmotivado y con toda la presión del mundo o tener que ir a estudiar con una flojera inmensa, con el peor ánimo y más que por gusto, por obligación.
Si no te gusta tu trabajo, renuncia. Si esa carrera no te apasiona, cámbiate. Si esa relación dejó de hacerte sonreír, es momento de decir adiós. Igual y ahora lo lees y piensas “Es más fácil decirlo que hacerlo” y no lo niego, ya que el hecho de aventurarnos a lo desconocido y buscar lo que nos hace feliz nos da temor. Es normal y seguro lo llegaste a sentir.
Vivimos en una sociedad que por el simple hecho de querer renunciar, cambiar de carrera o trabajo lo ven mal, porque para esas personas que se rindieron y dejaron de luchar es extraño ver que aún existen soñadores que les mueve más hacer de su felicidad su propio destino, que un pago cada quince días o una buena nota en alguna materia.
No vengo a decirte que es tu obligación dejar aquello que ya no te hace sentir bien, porque puede que una familia dependa de ti o que tu situación sea un tanto complicada, pero siempre he pensado que las cosas buenas tardan en llegar y el primer paso para eso es QUERER. En el momento que decidas querer hacer las cosas, encontrarás la forma para lograr tus objetivos.
Dime si no te gustaría ir más allá y ver de lo que eres capaz, ver hasta dónde tus sueños te van llevando. De aventarte al ruedo y conocer las mil y un posibilidades que la vida te ofrece.
Si, suena muy arriesgado pero vale demasiado la pena, porque al final de cuentas no pierdes nada y ganas TODO.
Ya es hora de desprendernos de nuestras ataduras y miedos, dejar la comodidad y seguridad, atrevernos más para aprender y enriquecernos de experiencias, esas que si nos llenan y nos motivan a ser mejores y ser quien realmente queremos ser.
No te detengas por el qué dirán y menos por inseguridades que no llevan a nada, siempre te encontrarás con personas que te juzgarán y verán mal aquello que con coraje decidiste hacer. Este mundo necesita de aquellos que se salen de la caja, de esas personas que ven en una puerta cerrada un mar de oportunidades y posibilidades, aquellas que quieren cambiar al mundo con sus ideas más locas y que el miedo solo se antepone cuando están apunto de empezar algo muy grande.
Confesaré que este año ha sido muy duro. Perdidas, experiencias, subidas y bajadas, momentos de incertidumbre, batallas perdidas, lágrimas y momentos en donde el miedo se quiso apoderar de mi y aunque alguien muy sabio hace unos días me dijo que no existen años malos, sino años con grandes aprendizajes, he podido asimilar que lo malo no dura toda la vida, que todo es momentáneo y pasa por algo. Igual y ahora no te das cuenta o no lo ves pero esto que vives hoy te hace más fuerte mañana.
Va a costar mucho trabajo salir adelante, claro que será difícil llegar a la meta, pero vamos a darnos la oportunidad de empezar de cero, de escribir un nuevo capítulo, de tener el valor de arriesgarnos, atrevernos, reinventarnos, pero sobretodo de ser felices.
Érase una vez un nuevo comienzo...