Alguna vez fui tu alegría, la mayor de ellas. Alguna vez tú fuiste la mía...
Alguna vez fuimos fugaces y creímos que lo podíamos todo. Que nada nos detendría, que mientras la vida avanzaba, nosotros construiríamos un mundo CASI perfecto con sueños, anhelos y promesas, tan nuestras que nada ni nadie sería capaz de romperlas.
Pero entre los casis que existían, se colaron pequeñas grietas que dejaron entrar posibilidades y fue justo ahí en donde nos perdimos.
Después de tantos años, de paredes construidas, de kilómetros que nos separan, tan solo espero que hayas encontrado esa felicidad genuina de la que un día hablamos. De la que siempre anhelamos.
Espero que hayas construido un castillo lleno de nuevos sueños y que, muy de vez en cuando pase por tu mente algún recuerdo de nosotros o al cerrar tus ojos encuentres una de nuestras miradas llenas de complicidad o tal vez te acuerdes de esas risas que nos tiraban de la cama y nos dieron tanta vida que ni el temor más grande nos hacía cosquillas.
Mientras que hoy los kilómetros nos juegan una mala pasada y la distancia se puede medir entre mares, espero que el mundo que has construido sea la mitad de lo que planeamos.
Pero oye, si no es así, siempre tendrás esta mitad, que es muy mía pero está conformada de pequeñas piezas llenas de recuerdos y momentos felices, de esos que te quitan el aliento y te hacen replantear si vale la pena coger el primer avión y volver al sitio en donde dos almas se amaron pero también se dejaron ir.
Alguna vez lo fuimos todo, el uno del otro, fuimos magia pura y eso para mí lo lo es y lo será todo.
Alguna vez fui tu alegría y no es por egocéntrica que digo que fui la mayor de ellas, porque mientras tu sonreías y tus ojos tan profundos me lo decían a gritos, mi corazón valiente a voz bajita me susurraba que tú también fuiste la mía. Mi mayor y más profunda alegría.
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